Residentes reflexionan

16 Feb Residentes reflexionan

Sur de Los Ángeles, veinte años después

“Él instante en que los militares tomaron las calles en 1992 y [ellos] daban vueltas con sus escopetas, [yo me di cuenta] de que podíamos perder todos nuestros derechos. Lo único positivo que resultó de los disturbios fue que elevaron las voces de los jóvenes para buscar otras maneras de realizar el cambio, ya sea uniéndose con las agencias del orden público para cambiarlas desde dentro o hacerse un prestador de servicios sociales o empezar su propio negocio u organización sin fines de lucro. Ahora veo que la policía de Los Ángeles hace un esfuerzo más fuerte para estar más centrados en la comunidad. Veo más servicios proporcionados en la comunidad – y más agencias ofreciendo más servicios durante periodos mas prolongados”.
Tony Zepeda, de 35 años, graduado de la preparatoria Jefferson High School, Director de Operaciones en Soledad Enrichment Project.

 

“Yo estaba en México con mi familia cuando sucedió el disturbio social. Cuando regresamos de nuestras vacaciones, me quedé sorprendida de ver cuanto mi comunidad había cambiado. Era la presión de no tener lo suficiente, de carecer de las necesidades básicas. Tanto afroamericanos como latinos vivían con tensión y no teníamos la manera de sacar nuestra frustración de vivir aquí. Siempre nos tocaba lo peor en el Sur de Los Ángeles y recibíamos el peor tratamiento. Por eso es importante que los afroamericanos y los latinos peleen – pero no entre nosotros mismos. Tenemos que pelear por lo que necesitamos en nuestra comunidad. Tenemos los mismos problemas, la misma pobreza. Tenemos mucho en común”.
Felicitas Rodríguez, de 49 años, residente del Sur de Los Ángeles, personal de limpieza.

 

“Recuerdo cuando habían bastantes licorerías antes del disturbio. Habían más licorerías en el Sur de Los Ángeles que bibliotecas. Había una licorería en casi cada esquina y muchas molestias porque la gente se juntaba y pasaba tiempo ahí, también había drogas y todas las actividades que conllevan. Una cosa positiva [que cambío] fue de que las licorerías cerraron, se quemaron o se dieron en quiebra. No necesitábamos todas esas licorerías”.
Vincent Cooksey, de 47 años, residente del Sur de Los Ángeles, chófer y estudiante.

 

“Hemos avanzado mucho desde los disturbios. La gente es más consciente de los problemas que enfrentamos y de donde originan. Al Sur de Los Ángeles se le hizo una promesa (después de los disturbios), pero fue una promesa no cumplida. Aun tenemos terrenos vacíos y los negocios y restaurantes de calidad en el Oeste de Los Ángeles se niegan a venir a nuestra comunidad. Es por eso que la educación es tan importante. Nuestros jóvenes necesitan ir a la universidad porque ahí viven nuevas experiencias y se dan cuenta de que no tienen que seguir el camino que se ha diseñado para nuestros jóvenes en esta comunidad”.
Lilian Marenco, de 65 años, residente del Sur de Los Ángeles, cocinera.

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